Este 9 de agosto, la familia de los Misioneros Servidores de la Palabra celebró uno de los momentos más importantes del año: la Solemnidad de la Virgen del Magníficat. Una jornada marcada por la alegría, la oración y el compromiso radical de quienes han decidido seguir a Cristo más de cerca.
Desde temprano, la comunidad se reunió en un ambiente de profunda fe. El templo, bellamente adornado con flores y símbolos marianos, se convirtió en el escenario de una celebración que unió la alabanza, la oración y la entrega total a Dios.
La Eucaristía fue el corazón de la fiesta. En ella, 18 nuevos novicios MSP iniciaron oficialmente su camino de formación, dando el primer paso en su vida consagrada. También 9 hermanos realizaron su primera profesión religiosa, comprometiéndose públicamente a vivir en obediencia, pobreza y castidad. Además, 63 hermanos renovaron su profesión religiosa, reafirmando su entrega misionera, y 17 hermanos dieron el paso definitivo al realizar su profesión perpetua, entregando su vida para siempre al servicio del Evangelio.
Cada palabra pronunciada en estos votos resonó como un eco del Magníficat de María: un canto humilde y valiente que proclama las maravillas que Dios realiza en quienes se confían plenamente a Él.
Los cantos solemnes, las oraciones comunitarias y el clima de fraternidad hicieron de este día un verdadero testimonio de que la vocación consagrada sigue viva y fecunda en la Iglesia.
La Virgen del Magníficat, patrona de esta celebración, nos recordó que seguir a Cristo con alegría y fidelidad es posible cuando se vive con un corazón humilde y disponible para la misión.
Más que una ceremonia, fue un signo de esperanza para toda la Iglesia y un impulso renovado para la misión evangelizadora de los Misioneros Servidores de la Palabra.